Mi primer recuerdo de un cigarrillo fue uno que hicimos con la portada de las aventuras dominicales de Tarzán, que publicaba a todo color el periódico El Tiempo y que nos produjo un gran ataque de tos, justo cuando bajábamos por la empedrada calle novena muy cerca del Camarín del Carmen.
Posteriormente y llevados por la curiosidad, decidimos encaletar dos cigarrillos pielroja para probarlos durante una función de cine en el viejo teatro Alcalá, con tanta desdicha que, como no llevábamos sino un solo fósforo, tuvimos que prenderlos uno tras otro y salirnos a devolver atenciones cuando la pantalla empezó a moverse frenéticamente.
Tiempo después empezamos a experimentar con cualquier clase de marca que se nos atravesara en el camino y cuando conseguíamos algunos pesos, eramos consumidores habituales de marcas como Viceroy, Marlboro, Dunhill, Camel, Chesterfield, John Player Special, Gitanes o Lucky Strike (que tenía la variación del Lucky sin filtro, especialmente para aquellos que querían sentir el aroma crudo del tabaco o sencillamente aparecer más “rudos” y “cool” frente a sus compañeros de trabajo).
Mención especial, por supuesto, merecen los vilipendiados cigarrillos Hidalgos que debido a lo económico de su precio y pese a que tenían un gusto más bien infame, eran los favoritos de universitarios y de todos aquellos jóvenes que, por un motivo y otro, andábamos con nuestros bolsillos algo escuálidos. Otras marcas, como Eldorado, Nevado, Imperial (Rojo y Azúl), Andino, Royal, President, Mustang, Continental, por supuesto el tradicional Pielroja y el no tan reconocido el Nacional, también eran parte de la oferta tabacalera en las estanterías nacionales, sin dejar de mencionar algunas marcas que llegaban de nuestros países vecinos, como los famosos Marlboro, Parliament, Lark, L&M, Chesterfield, Kent, Pall Mall, More, Newport, Salem.
Las marcas de cigarrillos más recordadas , tanto nacionales como extranjeras, todavía son inolvidables.